Nacido en Eisenach en 1685, Johann Sebastian Bach forma parte de esa estirpe de artistas cuya obra no solo define una época, sino que parece contener una arquitectura invisible del tiempo.

Músico, organista, maestro de capilla, padre de veinte hijos, Bach trabajó siempre con rigor artesanal. Pero su música, aun dentro de estructuras estrictas, respira con libertad y devoción.

El linaje musical de su familia —más de siete generaciones de músicos— no solo lo nutrió técnicamente desde temprano, sino que consolidó en él una ética de trabajo y una visión del arte como forma de vida. A los 18 años ya era organista profesional. A los 38, se instaló en Leipzig, donde desarrollaría gran parte de su producción como Kantor en la iglesia de Santo Tomás. Allí compuso una cantidad descomunal de obras: cantatas, misas, pasiones, motetes, conciertos y piezas para clavecín, órgano y orquesta.

El clave bien temperado: armonía y mundo

Uno de sus legados más duraderos es El clave bien temperado, una colección de preludios y fugas en todos los tonos mayores y menores. Esta obra no solo fue una hazaña técnica —al demostrar las posibilidades del sistema temperado que hoy sigue rigiendo la música occidental—, sino también una especie de mapa íntimo del pensamiento musical. En sus páginas se conjugan el orden matemático y la belleza emocional: la lógica que conmueve.

Es precisamente esta obra la que inspira el diseño de nuestra remera homenaje: las curvas del pentagrama, el equilibrio formal, la espiritualidad sin dogma. Como dice el podcast de Métrica dedicado a Bach, escuchar su música es como asomarse a una lógica antigua que no requiere explicación para ser comprendida.

Bach y el tiempo

Aunque Bach vivió toda su vida en la Alemania protestante del siglo XVIII y murió sin saber que sería considerado uno de los pilares de la música occidental, su obra atravesó el tiempo con una nitidez casi milagrosa. Redescubierto en el siglo XIX por músicos como Mendelssohn y venerado en el siglo XX por Glenn Gould, su influencia se extiende desde la música académica hasta el jazz, la electrónica o el minimalismo contemporáneo.

Para muchos, Bach es sinónimo de perfección formal. Para otros, es simplemente el músico que mejor entendió la respiración del tiempo. Como si cada compás fuese un paso silencioso en un sendero secreto.

La remera y la escucha

La remera de Métrica, con su estampa dorado barroco sobre fondo negro (o violeta obispo sobrenegro), busca rendir homenaje a esa dualidad: la sobriedad y el esplendor. Y la playlist curada que la acompaña invita a sumergirse en la complejidad lúcida de su música. Desde las obras para órgano hasta las suites para cello solo, pasando por los corales y los conciertos de Brandeburgo, el recorrido es amplio pero íntimo.

Bach no necesita adornos. Solo atención. Por eso Métrica lo celebra así: con diseño, con escucha, con respeto.